domingo, 4 de septiembre de 2011

Fallece a los 87 años el escritor y poítico Jorge Semprúm - Público - 2011


El escritor, intelectual, luchador antifranquista en la clandestinidad y exministro de Cultura Jorge Semprún ha fallecido hoy a los 87 años en su domicilio parisino de la rue de l'Université, acompañado de sus hijos y de sus sobrinos, según ha confirmado el Ministerio de Cultura a Público.
Intelectual y, sobre todo, superviviente del campo de concentración de Buchenwald —una agonía desesperante y desesperada que se prolongó durante 15 meses y que evocó en varias de sus obras, como El largo viaje o La escritura y la vida—, Semprún será también recordado por su otro nombre, Federico Sánchez, aquel que se vio obligado a utilizar en su lucha contra el franquismo desde la clandestinidad como dirigente del PCE. En 1964 fue expulsado del partido junto con Fernando Claudín por discrepar con la línea oficial, que marcaba Santiago Carrillo.
Precisamente Federico Sánchez protagonizó dos de sus obras más reconocidas: Autobiografía de Federico Sánchez, con la que ganó el premio Planeta en 1977, y Federico Sánchez se despide de ustedes, en la que narraba su paso por el Ministerio de Cultura del Gobierno de Felipe González, entre 1988 y 1991, con palabras que en realidad eran dardos envenenados contra Alfonso Guerra.
Sus libros, sus recuerdos, sus palabras, siempre fueron el remedio más eficaz contra la amnesia
Jorge Semprún, muy enfermo en los últimos meses, nació el 10 de diciembre de 1923 en una familia de clase alta. No en vano fue nieto del político conservador Antonio Maura, presidente del Gobierno durante el reinado de Alfonso XIII en cinco ocasiones. Su padre, el catedrático de Derecho José María Semprún Gurrea, llegó a París en 1936 como encargado de negocios del Gobierno republicano, antes de convertirse en ministro de la República en el exilio. En la capital francesa Semprún echó raíces hasta convertirla en su primer hogar y dominar a la perfección el francés.
Aparte de las memorias, el ensayo o la novela, cultivó los guiones de cine para directores como Alain Resnais (La guerra ha terminado) o Costa Gavras (Z, La confesión). Fue además uno de los protagonistas de Los Caminos de la Memoria (2009), de José Luis Peñafuerte, descendiente de exiliados españoles nacido en Bruselas.
Su dilatada trayectoria le hizo merecedor de los premios Formentor (1964), Planeta (1977), Fémina (1969 y 1994), el Premio de la Paz de los libreros alemanes (1994), el Jerusalén (1997), el Premio Nonino (1999), la medalla Goethe (2003), el Fundación Lara (2003), el Annetje Fels-Kupferschmidt (2006) y el Terenci Moix (2010).

La muerte, la vida
En un artículo publicado el año pasada en el diario francés Le Monde y titulado Mi último viaje a Buchenwald, Semprúm dejó escrito: "Ni resignado a morir ni angustiado por la muerte, sino irritado, extraordinariamente incómodo ante la idea de que pronto ya no estaré…".
En una de sus últimas entrevistas, concedida al diario Público con motivo de la publicación de la biografía que recorre su intensa vida en Lealtad y traición, publicada por Tusquets, el intelectual español que vivió en París hacía balance de su vida: "Para mí, la vida ha sido muy fácil. Si comparo mi salida con la de Fernando Claudín, es jauja. Él lo perdió todo, se quedó en la calle con mujer y dos hijas. Sin nada. Me considero un hombre con muchísima suerte. Yo lo que mejor he hecho en la vida ha sido el trabajo de clandestinidad: nadie ha sido detenido por mi culpa o por haber organizado mal un trabajo en diez años".
Hombre cultísimo, su muerte es la de la memoria del siglo XX. Porque Semprún lo vivió todo: la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial, el franquismo, la Transición y la etapa plenamente democrática. Nunca desde un lugar en la sombra; jamás escondido. Fue una figura esencial para comprender el siglo pasado, ese que Semprún contempló siempre con sus ojos vidriosos y un espíritu crítico, nunca displicente. Sus libros, sus recuerdos, sus palabras, siempre fueron el remedio más eficaz contra la amnesia.


No perderemos nuestro paraiso noruego - Asne Seierstad - El País - 2011

TRIBUNA: ÅSNE SEIERSTAD
No perderemos nuestro paraíso noruego
Hay una forma de claudicar frente a un ataque como este: dejando de confiar los unos en los otros, permitiendo que la sospecha se instale donde antes vivía la confianza. Se ha atacado a nuestra actitud abierta e inocente
ÅSNE SEIERSTAD 27/07/2011

Nos quejamos con frecuencia de que nuestra sociedad es aburrida, pero estamos dispuestos a luchar con fuerza para defender nuestros valores de tolerancia.
Los jóvenes laboristas defienden una política de inmigración más abierta y liberal
Breivik tendrá que permanecer en el lugar más multicultural: una prisión noruega
Hasta el pasado viernes, Utøya tenía un sabor dulce para la mayoría de los noruegos. Pero esta isla de rocas y pinos, en la que crecen flores silvestres entre los caminos, era, en particular, un paisaje fundamental para los políticos que gobiernan Noruega.
En nuestras conversaciones sobre cotilleos políticos es frecuente oír anécdotas sucedidas en Utøya en el pasado. En esa isla recibieron nuestros ministros socialistas sus primeros besos, tuvieron noviazgos adolescentes y debates de los de "quedarse levantados toda la noche salvando el mundo". "Esta isla es el paraíso de mi juventud", dijo el primer ministro, Jens Stoltenberg, en el discurso que dirigió a la nación la noche del ataque. "Ahora se ha convertido en un infierno".
La isla, en la que murieron al menos 68 jóvenes a manos de un loco, fue un regalo de una poderosa confederación de sindicatos a las juventudes del Partido Laborista tras la Segunda Guerra Mundial. Y este año, por 60ª vez, los jóvenes socialistas de la Liga Juvenil de Trabajadores estaba celebrando allí su campamento político de verano.
El ala juvenil del Partido Laborista ha estado siempre enfrentada a la dirección del partido. Los jóvenes militantes son más verdes y más rojos y, sobre todo, defienden el multiculturalismo y una política de inmigración más abierta y liberal en Noruega.
De ahí que Anders Behring Breivik los considerara sus principales enemigos. Quería herir al Partido Laborista y su capacidad de reclutar gente de la peor forma posible, dice su abogado.
Breivik se proclama salvador de la nación y quiere restablecer una Noruega blanca como aquella en la que crecimos él y yo. En los años setenta y ochenta, era muy poco frecuente ver a una persona de piel oscura, tanto para mí, que crecí en una ciudad de provincias, como para él, en un barrio de clase alta de Oslo. Breivik es un cristiano extremista de esos que planean un "martirio de masas" en una iglesia. Pero nos recuerda a los extremistas musulmanes que, con sangre fría y cegados por la religión, escogen la yihad.
En Noruega, como en el resto de Europa, la inmigración es un tema controvertido. En los países del norte, que no suelen ser el primer punto de entrada y que carecen de pasado colonial, las comunidades de inmigrantes tardaron mucho tiempo en aparecer. Pero ahora, a medida que crecen, lo hace también el racismo. En los últimos años han surgido grupos nacionalistas y páginas web extremistas. Breivik intervenía de forma activa en varias de ellas, y veía sus ideas alimentadas y reforzadas por los elogios de personas con las mismas opiniones, si bien la mayoría de sus amigos cibernéticos se sentirán hoy asqueados.
Si su locura asesina ha aportado algo al debate sobre la inmigración, es probablemente que, a partir de ahora, será más difícil expresar opiniones violentas, y más fácil que otros las refuten. Esperemos que quienes viven en esa zona gris entre la pura derecha y el nacionalismo extremista, avergonzados, rechacen esos foros racistas, después de saber adónde conduce el lenguaje desatado.
Breivik afirma que cuenta con seguidores, pero la reacción del pueblo noruego ha sido uniforme. En Twitter, Facebook e innumerables blogs, todos escriben que quieren luchar por los valores que hacen que Noruega sea Noruega. En la gasolinera de mi calle, o cuando hablo con un vecino con quien, hasta ahora, apenas había intercambiado una palabra, el mensaje es el mismo: no dejaremos que el terror nos cambie.
La respuesta de Jens Stoltenberg es típica del estilo de la sociedad noruega. Mientras que George Bush, al referirse a los terroristas del 11-S, dijo que Estados Unidos iba a "perseguirlos y atraparlos", nuestro primer ministro declaró: "Responderemos a este ataque con más democracia y más apertura". Porque no se ha atacado sólo a nuestro Gobierno o nuestro sistema político, sino también a nuestro modo de pensar, nuestra actitud abierta, inocente y confiada. Hay una forma de perder frente a un ataque como este, y es dejando de confiar unos en otros, permitiendo que la sospecha se instale donde antes vivía la confianza.
Mi editorial tiene las oficinas junto a la zona de la explosión, en el corazón de Oslo. Mi editor estaba en la calle esperando a sus hijas cuando estalló la bomba. "Que le den un buen abogado, un juicio largo y justo y un castigo humanitario", escribió esa misma noche en su blog. "Entonces haremos frente a esta situación como una sociedad civilizada. Así venceremos".
Un colega escritor, consciente de que, en ocasiones, le pasaban por la cabeza ideas despectivas sobre sus vecinos inmigrantes, ha dicho que quizás ha llegado el momento de que todos examinemos el virus del racismo que llevamos en nuestro interior, lo saquemos a la luz y los estudiemos desde todos los ángulos.
Los noruegos, a veces, pensamos que nuestro Estado socialista, con su sanidad gratuita y su educación para todos, es más bien aburrido; tal vez nos parece que los impuestos son demasiado altos, pero nos encanta cuando lo necesitamos. Sin embargo, este viernes maldito nos enteramos de que había una persona para quien este Estado y la gente que lo forma no eran aburridos, ni mucho menos; eran, éramos, el enemigo.
Nuestro Gobierno de coalición entre rojos y verdes ha sufrido críticas cada vez más duras de la extrema derecha por ser demasiado blando en materia de seguridad. Noruega es un país en el que hay que buscar mucho para encontrar a un policía armado. Es un país en el que uno puede pasear por los jardines del Rey a todas horas. Hasta el viernes por la tarde, en que saltó por los aires, también se podía entrar sin más hasta la recepción del edificio que alberga las oficinas del primer ministro.
Si el atentado hubiera sido obra de extremistas musulmanes, las críticas a la ingenuidad del Gobierno se habrían disparado. Se habrían oído sonoras exigencias de más vigilancia, más seguridad, más policía, más verjas y puertas, menos acceso a nuestras autoridades e instituciones y más distancia entre los gobernantes y los gobernados. La página web en la que intervenía Anders Behring Breivik se apresuró a acusar a terroristas musulmanes. Dos horas después del primer atentado, el responsable escribió: "Noruega está en guerra. El Gobierno ha fracasado. ¿Por qué no dice nada el primer ministro?".
Su exigencia no tuvo eco. Por el contrario, el líder de la Liga Juvenil dijo ayer, tras la pérdida de tantos de sus amigos: "Nuestras ideas siguen vivas. Volveremos a Utøya".
Utøya, esta isla de rocas y pinos, es un lugar que el asesino nunca volverá a pisar. Aunque la pena máxima en Noruega para cualquier delito es de 21 años, para obtener la libertad, el criminal debe demostrar que ha cambiado verdaderamente y no va a volver a delinquir. Noruega tiene una política liberal en materia de crimen y castigo, pero existe otra pena más que a Breivik le resultará especialmente severa: tendrá que permanecer, probablemente el resto de su vida, en el más multicultural de los lugares: una prisión noruega.
Åsne Seierstad es una periodista residente en Noruega. Es autora de El librero de Kabul y El ángel de Grozni. © 2011, Åsne Seierstad Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

No podemos rendirnos al terror - Jytte Guteland - La Vanguardia - 2011

Jytte Guteland: "No podemos rendirnos al terror"
"La respuesta es más democracia, más apertura, más gente implicada en política" "Nuestro congreso será un acto de homenaje a las víctimas y a sus ideas"
Internacional 30/07/2011 - 22:55h
Gloria Moreno Copenhague
Servicio especial

Las juventudes del Partido Socialdemócrata de Suecia (SSU) han decidido mantener su congreso en agosto pese al mortífero ataque que sus correligionarios noruegos sufrieron la semana pasada en la isla de Utoya. "En honor a las víctimas, no podemos rendirnos al terror sino que tenemos que seguir trabajando por una democracia y una sociedad más abiertas", explica la presidenta de este movimiento, Jytte Guteland, de 31 años, que desde los 15 milita en las juventudes.
¿Es frecuente que sus jóvenes participen cada verano en el campamento de Utoya?Sí, pero justo este año preferimos participar en un campamento internacional que se está celebrando en Austria, además de haber organizado nuestro propio congreso en Estocolmo. Hemos investigado a fondo y no nos consta que ninguno de nuestros jóvenes se encontrara en Utoya en el momento del tiroteo.
¿En qué consistirá el congreso y cuántos jóvenes participarán en él?El encuentro empezará el martes y concluirá el viernes. Se han apuntado alrededor de 500 jóvenes, la mayoría de los cuales tiene entre 16 y 20 años, igual que los de Utoya. En un principio, los temas de debate que incluía el programa eran la educación, la creación de trabajo en el sector verde y el Estado del bienestar. Pero ahora, después de lo ocurrido, queremos que el congreso se convierta en un acto de homenaje a las víctimas y a sus ideas.
¿Tras lo ocurrido en Noruega, pensaron en la posibilidad de cancelar el acto?Por supuesto que hay algunas personas que se sienten menos seguras. Es la primera vez que los países escandinavos sufren un atentado de estas características. Pese a ello, hemos decidido mantener el congreso como estaba previsto precisamente en homenaje a las víctimas. Como ellas, nuestros jóvenes debatirán sobre el futuro y sobre qué es lo que hay que hacer para que nuestra sociedad sea cada vez más abierta y solidaria. Creemos que esta es la mejor manera de mantener vivo el espíritu de quienes perdieron la vida.
Aun así, puede que haya gente a la que le dé miedo participar. ¿Hay bajas?
No tengo información sobre este dato en particular, pero sí sé que algunos padres se han preocupado y han llamado para tener más detalles sobre el acto y las medidas de seguridad. Queremos que tanto los padres como los asistentes se pongan en contacto con nosotros si algo les preocupa. Para nosotros es muy importante que todo el mundo se sienta seguro. Queremos prevenir sensaciones de inseguridad.
¿Han adoptado medidas extraordinarias?Hemos estrechado los contactos con las fuerzas de seguridad, y es importante que la gente lo sepa. Sin embargo, no podemos hablar en concreto de qué es lo que estamos haciendo, ya que parte de esa seguridad está precisamente en que la gente no conozca todos los detalles. De todos modos, estamos convencidos de que, a la larga, lo que se debe hacer para conseguir que nuestras sociedades sean más seguras es más democracia, más apertura, más gente implicada en política. El primer ministro de Noruega, Jens Stoltenberg, lo ha dicho muy claro al señalar que de esta tragedia tiene que salir una sociedad todavía más demócrata y abierta.
¿Las formaciones que divulgan las ideas islamófobas en las que se inspiró Breivik son responsables de lo que ha pasado?Está claro que para crear una sociedad más segura es importante utilizar un tono de respeto, sobre todo cuando de lo que se habla es de la igualdad entre todos los seres humanos. Las palabras pueden convertirse en algo muy peligroso, pueden inspirar a la gente. Todo el mundo que tiene la oportunidad de inspirar a otros, como los políticos, tendría que pensar muy bien el modo en que se expresa. Las palabras pueden hacer mucho daño. Esto es algo que la historia nos ha enseñado. Lo que ha pasado debe ser un toque de atención sobre el lenguaje agresivo que se utiliza en determinadas webs y foros de internet. La gente tendría que pensar y ser consciente de hasta qué punto sus palabras pueden influir.
¿Cuál es la importancia de que jóvenes como los de Utoya o los que se reunirán en Estocolmo se unan para hablar sobre política?Es muy importante para una sociedad abierta que la gente joven se implique y sueñe con la construcción de un futuro mejor. No debe subestimarse el hecho de que existan grupos de personas jóvenes que miran el futuro con esperanza y emplean una parte de su tiempo en debatir el modo de mejorar la sociedad.

Utoya, un campamento de verano para jovenes políticos - El País - 2011

Utoya, un campamento de verano para jóvenes políticos
La isla, de menos de un kilómetro cuadrado de supreficie, era el semillero del Partido Laborista noruego
EL PAÍS - Madrid - 23/07/2011

Utoya es un islote con dimensiones de 330 metros de ancho por 420 metros de largo, su superficie no alcanza el kilómetro cuadrado. Después del ataque, algunos sobrevivientes han contado que algunos de sus compañeros intentaron huir de la ráfaga de plomo nadando, dado que la costa más cercana se encuentra a 510 metros de distancia. La huida no debió ser fácil considerando que las heladas aguas noruegas mantienen temperaturas por debajo de los 15 grados centígrados durante el verano, cuando por ejemplo el mar mediterráneo tiene una media entre los 20 y 25 grados.
En la pequeña isla apenas están construidas cinco cabañas, ya que durante el campamento los jóvenes de entre 14 y 18 años llevan sus casas de campaña y sacos de dormir para pasar las seis noches que dura la reunión. Para trasladarse a ella, hay un bote al servicio de los asistentes que cada 50 minutos parte desde un pequeño muelle junto a la autovía Utstranda que lleva en 35 minutos a Oslo.
El Partido Laborista noruego organiza cada año el campamento de verano que en esta ocasión había iniciado el martes y debía terminar el domingo. En él se organizan actividades deportivas y conferencias para jóvenes interesados en discutir temas de igualdad de género, medio ambiente y política internacional. El costo total de estancia en el campamento con alimentos incluidos es de 127 euros, mientras que la asistencia por día cuesta 20 euros. En este verano se habían apuntado 560 jóvenes.
El sitio web de la Liga Juvenil del Partido Laborista estipula que la seguridad de la isla es responsabilidad de la policía del condado. Además de que Utoya era recomendado como el mejor lugar para pasar el verano por el diario noruego Dagbladet.